No todo lo normal es tan bueno como lo pintan, la mejor arma es saber medirse en lo realista. Carpe diem!

miércoles, 16 de enero de 2013

Un pequeño retazo, de un libro que no existe.

- Regresaré a por su orden.-dijo el camarero, inclinándose levemente y retirándose a la cocina. Las cartas estaban en la mesa, olía a salmón asado.
El muchacho miró a su amiga, sentada al frente. Pálida, ojera y frágil; eso era un resumen de un examen visual. Uno estaría loco para que no le nazca ese sentimiento poco ordinario de protección al verla.
La muchacha se sentía atrapada. Más que una frase educada, había escuchado al mozo decir una palabrota, una amenaza. Estaba aterrada.
- Sola en casa hubiera estado segura- pensó, en voz alta. Se asustó mucho con la reacción continua de "ojos como plato" de su amigo.
- ¿Disculpa?
-No.-balbuceó- ¿ya sabes qué pedirás? Deberías comer más, has bajado- agregó. Era una manipuladora excelente. A veces demasiado; se merecía un trofeo.
-Sí- respondió el hombre- ¿tú qué ordenarás?
No lo pensó dos veces.
-Comí algo en casa ¿sabes?-hizo una mueca de dolor muy, muy real- y me ha caído de patadas. Casi siento un bebe de tarta dentro de mí.
-Bueno.-el chico sonrió- algo ligero, tendrá que ser. ¿Un helado? He oído que el de crema y sabor a fresa de este lugar es exquisito.
"Calorías, grasa, calorías" resonaron en la cabeza de la muchacha. La cual la movió horizontalmente, negando.
-Pediré café- respondió- con edulcorante, el azúcar me quema el estómago por estos días.
- ¿Son "tus días? -le preguntó el amigo, algo burlón. Ella sonrió, en su mejor intento.
- Rayos, adivinaste.


Irracionalmente lógico.

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